viernes, julio 13, 2007

Ficciones

Cuando era un niño, mi vida y mis gustos eran bastante diferentes al del resto de mis compañeritos: no me gustaba jugar ni ver fútbol, nunca quise ser ni bombero ni astronauta, no miraba “Brigada Cola”, no coleccionaba ni muñequitos ni figuritas; me gustaba leer, escuchar Nirvana y Queen, quería ser científico o pintor, dibujaba y cantaba mucho, y tenía buenas notas.

Amigos tenía pocos, de hecho, no habrán sido más de dos o tres. El resto, por supuesto, me aborrecía. Las risas y burlas hacia mí eran una cosa bastante constante (creo que de ahí viene mi instinto de intentar siempre diferenciarme del Otro), y las golpizas estaban a la orden del día. Aprovechando mi alta talla, conseguía repeler con bastante éxito los ataques (y de ahí es de donde viene mi afición por la violencia).

Pero esta técnica era un poco agotadora, y tenía sus defectos: si venían de a dos o tres, se hacía difícil. Además, por fuerte que fuera, nunca iba a poder castigar a todos aquellos que se burlaban de mí. Urgentemente me hacía falta encontrar otra forma de ser aceptado, o al menos, de pasar inadvertido.

Junte fuerzas, cruzé, y entré al kiosco.

-Hola, disculpe señor ¿tiene el álbum de figuritas de los Power Rangers?-

No recuerdo bien si era de los Power Rangers, o de los VR-Troopers; la cosa es que me traicioné a mi mismo y me compré el álbum, y todas las figuritas que pude. Días después, era uno de los niños más populares en el patio durante el recreo. Mis compañeros intercambiaban conmigo, y yo hablaba como toda una autoridad sobre un tema que, a decir verdad, me importaba poco y nada. Ese hecho, no es tan anecdótico como pueda parecer. De hecho, así descubrí una cosa que sería uno de los pilares de mi futura vida: el engaño.

Aprendí a mentir: empecé a ver los programas de éxito, mis pies empezaron a perseguir balones y obtener el muñequito del caballero dorado de Acuario se convirtió en una obsesión. Y ya no era tanto por el hecho de ser aceptado que hacía esas cosas, de hecho, me había convertido en uno de los líderes de mi grupito. No, había aparecido una característica básica de mí: el placer de mentir.

Efectivamente, a partir de allí mi vida comenzó a tener dos caras: una para mí, y para algunos íntimos, donde yo seguía siendo el de siempre; y otra para el mundo, donde me ponía mil máscaras, y disfrutaba con cada artimaña que tenía éxito.

A medida que pasaba el tiempo, mis mentiras eran cada vez mayores, mejor elaboradas y más fantásticas. Que yo solo había dejado fuera de combate a tres grandotes 4 años más grandes que nosotros, que mi papá medía tres metros, que mi abuela tenía 150 años.

Pronto me aburrí de mentirle a mis compañeros, y empecé a buscar nuevos rumbos: vecinos, primos. Tiempo después “debuté en Primera”, y comencé a falsearle conscientemente a los adultos. Era increíble lo que una voz de niño pequeño y un poco de llanto podían lograr.

También es verdad que muchas de mis mentiras han pasado a formar parte de mi vida. El ejemplo más claro de todos, probablemente, sea el fútbol: nadie en su sano juicio debe poner en tela de duda mi fanatismo por Newell’s.

Hoy en día ya no miento tanto; mi necesidad de hacerlo se ha reducido, y además de perder encanto, me aburre un poco. Aún así, cada tanto me mando una colosal treta, que quienes me rodean degluten felizmente. Y ojo, no me crean todo lo que dije.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

yo a vos nunca te crei un carajo....

Anónimo dijo...

Con razón la ponias tanto...

LadyinBlack dijo...

Las grandes tretas son las mejores (dije tretas, no tetas!)

Anónimo dijo...

Lo único que voy a decir es... Mentime, que me gusta...

yerbanohay dijo...

yo odio la gente que dice. Odio la mentira (dicho en tonito pacato).
Lo que sí me molesta es el engaño interesado, mentir para sacar una ventaja. Pero la mentira piadosa o la mentira amorosa,por ejemplo de decirle a un tipo que no queres mas: dame un tiempo o a uno que se está muriendo :todo va a estar mejor... me parece bien.
Eso de hacerse el sincero para mostrar cuan cruel y resentido es uno, es asqueroso.
ay nena, que gorda que estas.
nadie te dijo que ese vestido no te favorece?
te cortaste el pelo, que desastre, porque?
te conté que lo ví a tu marido, adiviná conquien?

F.G. Pole Dance dijo...

Una cosa es no ser mentiroso, y otra es la honestidad brutal. El mundo apestaría si todos dijeramos siempre la verdad sobre todo.
El post, hasta la parte de las figuritas...the story of my life (en la primaria, al menos). De todas formas tengo la firme teoría de que ser inadaptado en la primaria te lleva a ser un poco mas copado en la adolescencia/adultez. Tal vez no, ahora no se nada.
A

Perroxido dijo...

La mentira está subvaluada. Eso lo sabían los griegos, que representaban a la verdad como a una vieja fea. De ahí el tema de "la verdad desnuda", es decir una vieja fea en bolas no le gusta a nadie.

Y si!

Pd: lo linkeo perro, ya que tenemos que sindicarnos. Si tiene ganas lo invito a hacer lo mismo

Anónimo dijo...

jajajajajaja me encanto el finall!! :)
jaajajaj
tqmmm primoo!
y see...yo tabien miento!
qien no mintio alguna vez en su vida no? :P

besoteee!!

La otra parte de mí dijo...

está bueno usar máscaras,en definitiva son mecanismos de defensa a los cuales acudimos,lo que hay que hacer es colgarlas en el placard cada noche cuando nos vamos a dormir,porque parece ser que cuando no lo hacemos y las usamos muy seguido nos convertimos en esa máscara y nos olvidamos de quienes somos realmente,además esa contradicción entre "sentir" algo y "hacer" otra cosa de lo que sentimos nos termina matando...muy bueno su post.lo felicito!

Anónimo dijo...

uy manu sorry pero larguisimo...
he leido mucho por hoy...basta jaja
pero por lo menos pasoo...
mmmm antes que decir cualquier pelotudez sin sentido dejesmole paso al silencio.
Y recuerda:
todos los terremotos son gay
(fuck! no me caye a tiempo)

PAMEEEEEE