martes, abril 10, 2007

Condorito (cont.)

Bueno, a pedido del perrito continúo con su (ahora soy parte de él, una inevitable simbiosis) cuento. EL NOMBRE HAY QUE CAMBIARLO.


Él cóndor es un ave noble, pero aún así es carroñera, sucia y debil. Es impúdica, por la boca de cada uno de ellos pasan cientos de cadáveres en su vida, seres que en su momento, también disfrutaron de la vida. Pero el Cóndor no. El cóndor disfruta de la muerte.
Aunque ese no es el caso de nuestro amigo, que luego de haber decidido escapar de la triste realidad de la selección natural, su inútil envidia al águila, quiso reinvindicar su gloria.
Iba a comer un animal vivo.
Iba a comerse otro cóndor.

Su acto de canibalismo iba a tornarse simbólico, no solamente para su individualidad. Era cosa nueva para su especie, probablemente y con suerte, quizás, pudiera iniciar la cadena de un cambio evolutivo que lo pusiese arriba del águila, siendo así, el pájaro perfecto.

Sus viejos ojos, precarios (no como su olfato, necesario para encontrar materia muerta), observaban cautos el camino de aire que se abría delante de ellos. Ni la menor señal de vida en movimiento. Luego de minutos de buscar sin suerte, y que el planeo del cóndor lo llevase muy cerca de tierra, debía dar el próximo paso, subir de nuevo a las alturas.
Por más que para otra ave fuera un simple aleteo, para nuestro revolucionario, era un logro a cumplir. Estaba viejo, muy viejo.
Aún así, lo logró, y la adrenalina del éxito no tardó en colocarlo en un estado de euforia. Como si fuera poco, y aún emocionado, en pleno vuelo ascendente, las casuales corrientes de aire le iban a servir la cena.
Era otro cóndor, uno joven. Un manjar.

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Mi blog: (se, el chivo es inevitable)
ozzytonic.blogspot.com

domingo, abril 08, 2007

Pegarle a un maestro
Lo sabe un chico de cuatro años, de salita celeste, que ni siquiera sabe hablar correctamente.
Lo sabe un chico de seis años, que ni siquiera sabe escribir.
Lo sabe un chico de doce años, que desconoce todas las materias que le deparará el secundario.
Lo sabe un adolescente de diecisiete años, aunque sea la edad de las confusiones, la edad en la que nada se sabe con certeza.
Lo saben sus padres.
Lo saben sus abuelos.
Lo sabe el tutor o encargado.
Lo saben los que no tienen estudios completos.
Lo sabe el repetidor.
Lo sabe el de mala conducta.
Lo sabe el que falta siempre.
Lo sabe el rateado.
Lo sabe el bochado.
Lo sabe hasta un analfabeto.
No se le pega a un maestro.
No se le puede pegar a un maestro.
A los maestros no se les pega.
Lo sabe un chico de cuatro años, de seis, de doce, de diecisiete, lo saben los repetidores, los de mala conducta, los analfabetos, los bochados, sus padres, sus abuelos, cualquiera lo sabe, pero no lo saben algunos gobernadores.
Son unos burros.
No saben lo más primario.
Lo que saben es matar a un maestro.
Lo que saben es tirarles granadas de gas lacrimógeno.
Lo que saben es golpearlos con un palo.
Lo que saben es dispararles balas de goma.
A los maestros.
A maestros.
Lo que no saben es que se puede discutir con un maestro.
Lo que no saben es que se puede estar en desacuerdo con lo que el maestro dice o hace.
Lo que no saben es que un maestro puede tener razón o no tenerla.
Pero no se le puede pegar a un maestro.
No se le pega a un maestro.
A los maestros no se les pega.
Y no lo saben porque son unos burros.
Y si no lo saben que lo aprendan.
Y si les cuesta aprenderlo que lo aprendan igual.
Y si no lo quieren aprender por las buenas, que lo aprendan por las malas.
Que se vuelvan a sus casas y escriban mil veces en sus cuadernos lo que todo el mundo sabe menos ellos, que lo repitan como loros hasta que se les grabe, se les fije en la cabeza, lo reciten de memoria y no se lo olviden por el resto de su vida; ellos y los que los sucedan, ellos y los demás gobernadores, los de ahora, los del año próximo y los sucesores de los sucesores, que aprendan lo que saben los chicos de cuatro años, de seis, de doce, los adolescentes de diecisiete, los rateados, los bochados, los analfabetos, los repetidores, los padres, los abuelos, los tutores o encargados, con o sin estudios completos:Que no se le pega a un maestro.
No se le puede pegar a un maestro.
No debo pegarle a un maestro.
A los maestros no se les pega.
Sepan, conozcan, interpreten, subrayen, comprendan, resalten, razonen, interioricen, incorporen, adquieran, retengan este concepto, aunque les cueste porque siempre están distraídos, presten atención y métanselo en la cabeza: los maestros son sagrados.
Por Mex Urtizberea
(Pali, nuevamente, gracias. No hay mucho más que agregar)

sábado, abril 07, 2007

Condorito

(Gracias a mi prima Ariana, partícipe de la génesis y evolución de esta reverenda cagada. Se te quiere. Piensen un nombre mejor, Condorito no da. Y pueden ir pensando una continuación)

"Desde las indómitas alturas del cerro, el cóndor observaba, silencioso, esperando su momento...en su corazón, una gran tristeza anidaba, esperando a que el círculo de fuego de sus memorias se completara.
Y el cóndor decidió arrojarse, desde la cumbre. No sabía si sus alas funcionarían aún, los siglos habían pasado y el se había mantenido inmóvil, en su torturante perfección. Pero se había cansado de la perfección...anhelaba descender, juntarse con cóndores inferiores...sentirse vivo otra vez. Durante unos breves instantes su cuerpo se deslizó limpiamente hacia abajo, hacia el inexorable suelo del precipicio...pero ¡oh, una única, maravillosa y refrescante corriente de aire! El cóndor planeaba otra vez...era un animal nuevamente.
Y el cóndor volaba, libre, pero esclavo de la Naturaleza otra vez. Sentía como el viento rozaba sus alas; como su sangre, caliente, recorría cada una de sus venas y arterias. Volvió a sentir hambre, maravilloso deseo de alimentar ese cuerpo re-nacido. Y fue bajando cada vez más, en ese hundimiento delicioso hacia la plenitud de una vida, que también, esperaba la muerte. Y era la muerte algo concreto, que se sabía estaba a la vuelta de cada risco. Y sentía miedo, como corresponde a todo ser vivo, y no había nada hermoso en la muerte…era una mierda la muerte. Y sintió nuestro cóndor aún mas deseos de ver a otros cóndores...pero no hallaba ninguno a la vista..."

viernes, abril 06, 2007








Mr. Roboto -Hola, Manolo
Perro Manolo -Hola, robot travestido
Mr. Roboto -How are you, perro psicótico?
Perro Manolo -¡¡¡AGGGHHHHH!!!
Mr. Roboto -¡¡CONTRÓLATE, HOMBRE!!
Perro Manolo - ¡Cuidado, hay un tiranosaurio detrás de ti!
Mr. Roboto - No, no, no, no, no, son las alucinaciones causadas por los medicamentos, que te creés, si no ya estaríamos huyendo de los rinocerontes con alas y los globos asesinos.
Perro Manolo – No ¿o qué carajo fue lo que te acaba de arrancar el brazo?
Mr. Roboto – Eeehh…en realidad o estás alucinando o no lo sentí, cualquiera de las dos cosas causadas por las pastillas…y las inyecciones.
Perro Manolo – Bueno, ahora sí te falta un brazo (con un cuchillo gigante, corta el brazo robótica).
¡
Chorreá aceite, gil!
Mr. Roboto - ¡¡¡AAAAAAAHHHHHHH!!! (chorrea sangre a borbotones)
(El Gaby tambien tuvo algo que ver con esto, no vas a quedar impune)