El domingo 23 cumplí 2 años de blogger. Algunos ya sabían, creo. Podría aprovechar la oportunidad para hacer un recuento de estos dos últimos, y declarar (con total sinceridad) que lo único que se mantuvo estable en mi vida en este tiempo fue el blog. Pero no lo haré, porque me parece una pedorreada, así que sólo me limitaré a poner el link de mi primer post (ay, se ve tan tierno ahora a lo lejos!) http://blogdelperromanolo.blogspot.com/2005/09/agua.html
Aún así, mugrienta y decididamente antiestética, esa Terminal me inspira. Aún cuando no lo aparente, soy un tipo muy observador, y esos minutos muertos esperando el Fluviales o el Etacer (para los extranjeros: las dos empresas de colectivos que surcan el Túnel Subfluvial) son la oportunidad perfecta para jugar al analista social: sobra la gente que viene y que va.
Algunos rostros me resultan bastante familiares a esta altura: el Guardia de Seguridad que lo único que hace es fumar y mirar la novela por el televisor; el Tipo Que Te Pone Los Bolsos En El Colectivo, simpático desdentado;
Pero frente a ese grupo más o menos estable, están los Otros. Los que no suelen andar en colectivos, los que no están acostumbrados a moverse de su ciudad todos los días. Es fácil reconocerlos: el rostro algo desencajado, como perdidos, las manos inquietas, el boleto en una mano y una gran valija en la otra. No les gusta la sensación de la espera, y no ven la hora de que llegue el condenado ómnibus para poder acomodarse en paz. Suelen acercarse a la gente, y preguntar incansablemente, a quien sea, “si por acá sale el que va para Buenos Aires”.
Esta gente que no entiende nada, para ser sinceros, me hace sentir bien conmigo mismo. Me gusta pensar en ellos como “neófitos” (más que nada, porque me gusta como suena la palabra, aunque de acuerdo al diccionario no sea la más indicada). Los veo, inseguros y despistados, y sonrío soberbiamente para mis adentros.
Es un ejemplo mínimo, pero que ilustra una cuestión: esa bendita sensación de poder. En este caso, el poder del conocimiento, el poder de saber que sé aquello que ellos no.
El poder, o mejor dicho, el sentirme poderoso (hablaré solo en plural; no quiero universalizar conceptos, aunque sospecho que no estoy tan solo) produce en mí placer como pocas cosas en este mundo (no deben ser más de tres, y dos de ellas son gritar un gol de la lepra, y el sexo).
Claro que hablar de El Poder, a secas, es un error. El poder se puede manifestar como en mi caso, como poder del conocimiento. Pero también puede ser un poder político, o económico, o incluso fisiológico. También varía en cuanto a su magnitud: no es lo mismo un estudiante de historia sintiéndose cómodo por estar acostumbrado a viajar en cole, que el presidente de una potencia decidiendo si borra una ciudad de un bombazo. Puede ser individual, o en algunos casos, algunos individuos deciden juntarse y asociarse a fin de potenciar sus capacidades (teóricamente, el mejor ejemplo sería el Estado, aunque este hace rato que entró en crisis). Pero en todas esas situaciones, sí hay algo en común, y es el hecho de saber que se puede interferir (en cualquier dirección y forma) sobre la vida de algún Otro, aún de una forma mínima.
En mi caso, existe un marcado desprecio hacia el poder conseguido mediante al esfuerzo, al sacrificio, y, obviamente, una admiración hacia el poder por habilidad, por ingenio. ¿Porqué? Porque, pongamos, cualquiera tiene ciertas posibilidades de conseguir dinero si trabaja como un marrano y tiene una suficiente dosis de suerte. En cambio, para pintar un Guernica o escribir un Aleph, y ser respetados y admirados como Picasso y Borges, hacen falta elementos totalmente distintos. Hoy en día, con tanta “moral de rebaño” (al decir del Fede Nietzsche) dando vueltas, se valora en exceso el poder por sacrificio. Pues a mí me molesta, así que si tienen una historia de “Josecito, mi primo, el huerfanito, que es medio ciego y medio sordo, y se crió en Villa Sífilis, pero se rompió el culo y hoy es profesor en Cambridge”, guárdensela.
Hay una sola excepción en mi relación al poder, y también está en relación al conocimiento: hay veces que me gusta sentirme absolutamente perdido, sentir que no identifico a nada ni nadie (el alcohol puede ser muy útil para estas cosas). Pero son muy pocas veces las que me pasa.
Por eso, les digo: si alguien se anima a acercarse a mi morada, seré su orgulloso guía. Pregunten nomás. ¡Vamos, que tienen que alimentar mis esperanzas dictatoriales!
Pequeñas Anecdotillas Al Margen Sobre Mí (algunas de ellas, horrendamente vergonzosas):
- Cuando tenía 11 años, me compré un casette de Shakira
- Soy disléxico
- Recién ayer me enteré de la muerte de Elliott Smith
- En la facultad me tienen podrido con el Modo de Producción Asiático
- Son Cosas Mías! Es mi blog del momento
- Me río como bestia con Chris Cocker