viernes, septiembre 28, 2007

Feel The Power!

El domingo 23 cumplí 2 años de blogger. Algunos ya sabían, creo. Podría aprovechar la oportunidad para hacer un recuento de estos dos últimos, y declarar (con total sinceridad) que lo único que se mantuvo estable en mi vida en este tiempo fue el blog. Pero no lo haré, porque me parece una pedorreada, así que sólo me limitaré a poner el link de mi primer post (ay, se ve tan tierno ahora a lo lejos!) http://blogdelperromanolo.blogspot.com/2005/09/agua.html

La Terminal de Paraná es el sitio donde paso buena parte de mis horas, gracias a la bendita universidad. Este lugarcito del mundo de decididamente pequeño, sucio y feo; por ende, es el símbolo perfecto de la ciudad de Paraná, Capital Internacional de la Inercia (esto me retrotrae a ciertas conversaciones etílicas mantenidas con Mr. Black Eyed Angel, en las cuales cometimos la osadía de comparar a Paraná con Santa Fé, y establecer un paralelo con Ciudad Gótica y Metrópolis, respectivamente; con todas las diferencias posibles, empezando por la inexistencia física de las dos últimas ciudades).

Aún así, mugrienta y decididamente antiestética, esa Terminal me inspira. Aún cuando no lo aparente, soy un tipo muy observador, y esos minutos muertos esperando el Fluviales o el Etacer (para los extranjeros: las dos empresas de colectivos que surcan el Túnel Subfluvial) son la oportunidad perfecta para jugar al analista social: sobra la gente que viene y que va.

Algunos rostros me resultan bastante familiares a esta altura: el Guardia de Seguridad que lo único que hace es fumar y mirar la novela por el televisor; el Tipo Que Te Pone Los Bolsos En El Colectivo, simpático desdentado; la Kiosquera Que Siempre Da Cambio, y varios personajes más. También estamos los de siempre, gente de Paraná que estudia, o trabaja, o tiene pareja en Santa Fé (y viceversa, aunque no me lo crean).

Pero frente a ese grupo más o menos estable, están los Otros. Los que no suelen andar en colectivos, los que no están acostumbrados a moverse de su ciudad todos los días. Es fácil reconocerlos: el rostro algo desencajado, como perdidos, las manos inquietas, el boleto en una mano y una gran valija en la otra. No les gusta la sensación de la espera, y no ven la hora de que llegue el condenado ómnibus para poder acomodarse en paz. Suelen acercarse a la gente, y preguntar incansablemente, a quien sea, “si por acá sale el que va para Buenos Aires”.

Esta gente que no entiende nada, para ser sinceros, me hace sentir bien conmigo mismo. Me gusta pensar en ellos como “neófitos” (más que nada, porque me gusta como suena la palabra, aunque de acuerdo al diccionario no sea la más indicada). Los veo, inseguros y despistados, y sonrío soberbiamente para mis adentros.

Es un ejemplo mínimo, pero que ilustra una cuestión: esa bendita sensación de poder. En este caso, el poder del conocimiento, el poder de saber que sé aquello que ellos no.

El poder, o mejor dicho, el sentirme poderoso (hablaré solo en plural; no quiero universalizar conceptos, aunque sospecho que no estoy tan solo) produce en mí placer como pocas cosas en este mundo (no deben ser más de tres, y dos de ellas son gritar un gol de la lepra, y el sexo).

Claro que hablar de El Poder, a secas, es un error. El poder se puede manifestar como en mi caso, como poder del conocimiento. Pero también puede ser un poder político, o económico, o incluso fisiológico. También varía en cuanto a su magnitud: no es lo mismo un estudiante de historia sintiéndose cómodo por estar acostumbrado a viajar en cole, que el presidente de una potencia decidiendo si borra una ciudad de un bombazo. Puede ser individual, o en algunos casos, algunos individuos deciden juntarse y asociarse a fin de potenciar sus capacidades (teóricamente, el mejor ejemplo sería el Estado, aunque este hace rato que entró en crisis). Pero en todas esas situaciones, sí hay algo en común, y es el hecho de saber que se puede interferir (en cualquier dirección y forma) sobre la vida de algún Otro, aún de una forma mínima.

En mi caso, existe un marcado desprecio hacia el poder conseguido mediante al esfuerzo, al sacrificio, y, obviamente, una admiración hacia el poder por habilidad, por ingenio. ¿Porqué? Porque, pongamos, cualquiera tiene ciertas posibilidades de conseguir dinero si trabaja como un marrano y tiene una suficiente dosis de suerte. En cambio, para pintar un Guernica o escribir un Aleph, y ser respetados y admirados como Picasso y Borges, hacen falta elementos totalmente distintos. Hoy en día, con tanta “moral de rebaño” (al decir del Fede Nietzsche) dando vueltas, se valora en exceso el poder por sacrificio. Pues a mí me molesta, así que si tienen una historia de “Josecito, mi primo, el huerfanito, que es medio ciego y medio sordo, y se crió en Villa Sífilis, pero se rompió el culo y hoy es profesor en Cambridge”, guárdensela.

Hay una sola excepción en mi relación al poder, y también está en relación al conocimiento: hay veces que me gusta sentirme absolutamente perdido, sentir que no identifico a nada ni nadie (el alcohol puede ser muy útil para estas cosas). Pero son muy pocas veces las que me pasa.

Por eso, les digo: si alguien se anima a acercarse a mi morada, seré su orgulloso guía. Pregunten nomás. ¡Vamos, que tienen que alimentar mis esperanzas dictatoriales!

Pequeñas Anecdotillas Al Margen Sobre Mí (algunas de ellas, horrendamente vergonzosas):

  • Cuando tenía 11 años, me compré un casette de Shakira
  • Soy disléxico
  • Recién ayer me enteré de la muerte de Elliott Smith
  • En la facultad me tienen podrido con el Modo de Producción Asiático
  • Son Cosas Mías! Es mi blog del momento
  • Me río como bestia con Chris Cocker

miércoles, septiembre 19, 2007

Relleno, relleno...

(Post completamente de relleno, para que no muera el blog. Pero por circunstancias que no vienen al caso, ando choto).
Esto es lo es que soy, una madrugada de domingo 16 de septiembre, con 19 años, solo en Rosario:
  • Sociopolíticamente, nihilista.
  • Culturalmente, elitista (excepto contadas excepciones)
  • Corporalmente, anémico
  • Muscularmente, destruido
  • Emocionalmente, inestable (pero un poco asqueado)
  • Espiritualmente, incrédulo
  • Territorialmente, movedizo
  • Térmicamente, movedizo
  • Alimenticiamente, snob
  • Académicamente, perezoso
  • Intelectualmente, engreído
  • Sexualmente, experimentador
  • Etílicamente, resistente
  • Sinceramente, falso (suena a frase de Arjona, pero es cierto)
  • Bestialmente, rompebolas
  • Decididamente, iluso (mal que me pese)
  • Creativamente, en declive
  • Cronológicamente, mal situado
  • Sentimentalmente, perdido (en cualquiera acepción)
  • Futbolísticamente, leproso
Y no tengo idea de donde caerme muerto. Y ahora, si alguien lee esto, haga su propia lista en el comentario.

jueves, septiembre 06, 2007

Locuritas

Una, dos pisadas, y medio paso más. Mi pie no debe tocar jamás la línea divisoria entre un mosaico y otro. De hacerlo, mi mente me dice que me arriesgo a sufrir un sinfín de desventuras. También me dice que prender un número impar de focos hará que mi vida se convierta en un infierno, o que ver un partido de Newell’s sin la camiseta puesta hará que la lepra, indefectiblemente, sufra una catastrófica goleada (ni que hablar si grito el primer gol, aún si es en una final de Copa Libertadores, contra Central y en el minuto 92’ de un 0 a 0).

No recuerdo el porqué de mi primera obsesión; de hecho, tampoco me acuerdo cual fue. Pero lo cierto es que fue el inicio de una larga cadena de pequeñas manías. Todo mi racionalismo puede irse al diablo frente a estas situaciones, y demuestra al mundo (o al menos, a mí mismo) que, pese a toda mi apariencia de hombrecito lógico, dentro de mí subsiste una gran porción de pensamiento mágico.

Muchos podrán, o querrán catalogar a mis obsesiones con el título de simples supersticiones de un tipo nervioso y algo misántropo. La verdad es que pueden llegar a afectar mi humor de manera notable (aunque de un tanto inexplicable, a los ojos de los demás).

No quisiera que supongan que, efectivamente, tengo fe en ellas. Sé muy bien que por mucha línea de senda peatonal que (no) cruce, no voy a aprobar Historia Americana I si no estudio, y soy consciente de que si abro los ojos en mi primer beso con alguien, no va a ser tan difícil volver a ver a esa persona.

Pero necesito de estos símbolos de control sobre mi porvenir, algunas veces, desesperadamente (¡más de una vez, los parroquianos de algún bar han tenido que soportar los nauseabundos olores de mi rojinegra camiseta, ya que después de usarla para jugar un picado me olvidé de lavarla!). Algo en mi inconsciente más profundo quiere creer, que de alguna manera, puedo modificar mi destino (mi falta de creencia en “El Destino”, será motivo de otro post. O no, si quieren seriedades filosóficas léanlo a Heidegger y no me rompan).

Y vos, sagaz lector, ¿Qué pelotudeces cabuleras tenés?.