lunes, abril 05, 2010

Los Celos.



Alguna vez te tenía que pedir perdón. Porque lo que hice estuvo mal, fue un acto deleznable e inmoral; pero fundamentalmente por mí mismo. De hecho, es muy poco probable que alcances a leer esto, dada la cantidad de campos, ríos y horas que nos separan. Pero es que casi nunca se pide perdón buscando remedar nuestras acciones (y nunca funciona así, en realidad). No, lo hago por mí mismo, para tranquilizar mi conciencia. Es esto, o convertir los estupefacientes en algo diario, y limitarme a esperar una muerte absurda, en su lentitud.

Confieso que en aquel momento te odié mucho, Alejandro. O al menos sentí que odiaba, que te detestaba, que quería hacerte mal de todas las formas posibles. Más de una vez imaginé tu cadáver, tu cuerpo hermoso en un charco de sangre, y yo con una sonrisa espantosa ante el crimen imperfecto.

Pero es que tenía mis motivos para querer defenestrarte así: vos poseías algo que no merecías, ni comprendías, y lo injuriabas con tu conducta. Y el problema es, que ese algo me poseía sin saberlo, desde hace tiempo. Y ahora pienso que capaz vos sí lo sabías, y por eso hiciste lo que hiciste.

La vi por primera vez, el mismo día que vos; esa primer jornada de algún año de secundaria. En una mirada primigenia no me pareció la gran cosa. Hasta te diría que no me gustó, tan darkie ella y yo tan nativo de Los Cuises. Pero segundos después, la pude ver de perfil, bajo la luz de ese vitral sucio. Ella miraba la clase sin prestar atención, y hacía dibujitos toscos. Era perfecta. Su nariz, su boca masticando chicle, su pelo lacio, sus tetas grandes, su, su, su. Su todo. Ella ERA el todo. Resolví en ese mismo momento intentar conquistarla.

Pero poco pudo durarme la ilusión. Enseguida te vi: vos también la observabas, con menos admiración y más deseo que yo. Y al momento supe lo que podía pasar: o me seguía enamorando ciegamente de ella, y veía como vos te la ibas a apropiar de cualquier forma (porque sí, vos eras Alejandro, el morocho-alto-barbudo-pijudoyencantador, y yo Rodrigo, el rubio-flaquito-tequierosólocomoamigo). O podía resignarme, y aceptar mi destino de amigo simpático de la pareja.

Como lo había previsto, así se dieron las cosas. Ella se convirtió en tu novia, y yo en su mejor amigo. Pero, por supuesto nunca pude pensar en ella sólo como amigo. Por eso empecé a actuar raro, por eso me convertí en el adolescente escandalizador del pueblo. Por eso cuando salía con ustedes me embriagaba hasta la médula, y por eso buscaba cogerme cuanta minita se me cruzara. Demás está decir que sufría como un cerdo su compañía de pendejos felices, calientes y pseudo-enamorados.

El tiempo, por ser invento, quizás sea la única cosa inexorable en este mundo inestable. Y cuando nos tocó, empezó a gestarse la hecatombe. Vos y yo nos fuimos a la ciudad, buscando entender al universo mediante el estudio de la física. Ella, indecisa, se quedó a estudiar, quería ser maestra jardinera.

Los primeros meses conseguimos alcanzar cierta estabilidad; precaria, como se demostró cuando se puso a prueba, pero estabilidad a fin de cuentas. Los dos estudiábamos juntos, íbamos a la facultad juntos, repudiábamos al mundo juntos, y nos volvíamos los fines de semana al pueblo, juntos.

Está claro (o al menos ahora que lo observo a la distancia, que ya no sé si aclara u obscurece) que tal orden de cosas no iba a durar demasiado. Vos empezaste a hacer amigos en la pensión, en la facultad, en todos lados. Yo, por otro lado, me recluía cada vez más en mí mismo, y en el estudio. Y poco a poco empezaron a surgir los abismos.

La primer señal de alarma fue cuando me anunciaste que ese fin de semana te quedabas, que te la vigilara a Adriana, “jeje”. Me pusiste la excusa de que “me quiero quedar solo, a estudiar”, y bla bla. ¡Estúpido! Si vos no estudiabas nunca, eras un chanta que gastaba dinero de sus padres. Nunca fuiste muy bueno para mentir, tus engaños siempre fueron de medio pelo.

Reconozco, que igualmente, me alegré. Ese fin de semana la tuve a Adri sólo para mí; y pude regodearme en su charla ácida post-porro. Pero las siguientes semanas, su semblante se fue poniendo más sombrío. Sabía que nunca me lo iba a decir, pero empezaba a preocuparla tu ausencia, pese a los SMS pedorros que le mandabas.

Ahí fue cuando te comencé a rechazar. Creo que incluso te quería más que antes, al momento, porque la hacías feliz. Pero no podía superar que le quitaras la campana de su risa.

Y toda tragedia, tiene su punto de inflexión; la nuestra fue aquel 4 de agosto. Mis viejos por fin habían decidido sacarse la careta de “matrimonio perfecto”, y comenzaban una torpe guerra de insultos que terminaría en ése estrepitoso divorcio, y en mis 5 insoportablemente superficiales hermanastros. Así que decidí quedarme en Córdoba, para evitar ser un objeto más en sus batallas de desamor.

Cuando te lo anuncié, vos (lógicamente) te pusiste nervioso, te enojaste, fingiste alguna boludez, y te fuiste a fumar al balcón. Cuando volviste, por primera vez en tu vida (quizás la única) fuiste franco:

-Rodrigo, soy gay-me dijiste.

La noticia, por algún motivo no me sorprendió. Recité mi clásico discursito de la tolerancia, nos abrazamos, y vos me explicaste lo obvio: que tenías un tipo fijo con el cual garchabas seguido, que era enfermero, que iba ir esa noche a casa, que Damián era un divino.

Cayó tipo 9, te saludó con un beso a vos, y la mano firme a mí, y se preparó un fernet. Y la verdad es que era un morocho simpático, lindo, falso como vos. Miramos “Apocalipsis Now”, y los observaba con una sonrisa; pero para mis adentros, y muy a mi pesar, pensaba que eras un puto. Un puto de mierda, asqueroso, enfermo. Yo que siempre había defendido la causa L.G.B.T, que participaba en actos, odiaba a alguien por su elección sexual.

No, Philip Morris no me gusta, ahora bajo un toquecito y compro unos Marlboros, si, está todo bien. Bajé por el ascensor, y empecé a errar por las calles. Traté de apaciguarme, de racionalizar la situación. Pero el es gay, no está mal eso. No, no está mal. Pero cagarla así a Adriana, eso sí está mal.

Por suerte, o por desgracia, tenía plata en el bolsillo, y un colectivo a punto de salir de la terminal que pasaba por Los Cuises. No sé cuantas horas después bajaba en la ruta.

Caminé hasta el pueblo, y ella ya me estaba esperando en la plaza, según lo convenido. Le conté todo, con detalles exagerados inclusive. La dejé llorando, y fui a contárselo a un par más de conocidos. Al otro día, todos sabían ya que Alejandro Ismael Martínez Ruhl, era puto.

Sí, debería pedirte perdón, y a ella también. Estuvo muy mal mi acto. Vos nunca pudiste volver al pueblo, ni verme a mí, y tuviste que cambiarte de pensión, mientras tus caretas padres te seguían mandando plata, para que nunca volvieras, a ver si los echaban del Rotary Club. Creo que nunca, de todas formas, aceptaste reconocerlo, y por eso fue que te casaste con una barbie de centro-izquierda. Pobre cornuda feliz.

A ella la vi sólo una vez, casi de casualidad, hará 5 años. Es profesora de inglés, y la vida la marchitó y amargó.

Yo, mientras tanto, doy clases en una escuela técnica. Sigo solo, pese a alguna pareja ocasional, que invariablemente me deja (por lo general, mi pesimismo tiene la culpa).

Pero ahora puedo ver las cosas más claramente. No hice lo que hice, por un sentido interno de justicia, ni siquiera por estar tan enamorado de ella.

No, imbécil, no. Fue verte con otro lo que me enervó. Fue verte besar a otro tipo lo que me enfureció, lo que me motivó a actuar. Lo hice por nosotros. ¡Yo era quien debía besarte! ¡Yo era quien merecía cogerte, acariciar tu cuerpo tostado! Te amaba, te deseaba, cabeza de chorlito, te amaba más que a ella, inclusive.

Y nos cagaste, a los dos. Veinticinco años pasaron ya, y todavía sigo pensando en tu cabeza enrulada, en tus brazos que nunca me abrazaron.

Mi Ale, mi negro hermoso. Perdón por todo…pero los celos, los celos son así.

15 comentarios:

El Perro dijo...

1)Me gusta creer que Adriana y Rodrigo alguna vez garcharon, eh.
2)El final no me salió como quería; de hecho, todo el cuento no me salió como quería (me hubiese gustado saber hacerlo sobre lesbianas)
3)No sean malos con las críticas :)

Angita dijo...

BUENISIMOOOOO MANUUUU me cagué de la risa, eso es bueno?

S. dijo...

lo buenísimo es reirse... así que bien, angita, bien

S. dijo...

cometario masivo: historia chistosa, pero demasiado autobiográfica para mi gusto, jejeje no está mal, aunque le he leído cosas mejores, perro.

Patota dijo...

muy bueno perrin, la verdad sabia que venias armando la historia, me sorprendiste, una mas y van no se cuantas ya, siga así no más

El Perro dijo...

Angita: No sé, nunca pensé que diera risa, pero, vamos, está bien.
S.: Carajo, que no es autobiográfica ni una mierda, aunque vos quieras xD.
Patota: igual, a vos te la había contado mejor.

S. dijo...

no ladre tanto perro, si usted sabe que es un chiste! justo que le había conseguido balanceado de arándano... =)

El Perro dijo...

Arándanos? Dondeeeeeeeeeeee? Se pudre todoooo, ehhhh

Anónimo dijo...

Ta buena, me gustó como se desarrolla, por ahi cae mucho en esa cosa adolescente de "todos me odian, odio a todos", pero me gustó igual.
Saludos

El Perro dijo...

Y, eran pendejos punkies, kakarotto, vos porque eras un puto que escuchabas Pescado Rabioso a los 13. Yo a esa edad lo idolatraba al Ricky y K. Cobain.
EDIT: Por ahi se pierde mucha atmósfera (?)si no escuchan el tema.

Angita dijo...

Perro te acordás cuando éramos adolescentes y odiábamos a todos? xD jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa


Allá lejos y hace tiempo....

El Perro dijo...

Claro que si. Gloriosas épocas de imbecilidad adolescente, donde todo era futuro y rebelión, y esa inconciencia nos hacía felices.

La candorosa dijo...

Ese final, ¡¡¡me matóooo!!! ajajaaaaa
Geniaaaal!!!

Le podría decir que esta historia me hizo recordar a una que viví ¡¡bastante parecida a esta, eh!!!

Saludazos!!!!

El Perro dijo...

Candorosa: con detalles más, detalles menos, gay más, punks menos (?), probablemente toda persona decente ha de tener algo así encima.

Angita dijo...

sigo siendo inconsciente y feliz xD


y si, todos tenemos una historia asi