Anochece en Paraná, y empieza a hacer un poco de frío. El Estudiante del Profesorado de Historia (a partir de ahora, simplemente “El Estudiante”) se acaba de bajar del colectivo que viene de Santa Fe. Cansado, agobiado intelectualmente, sólo desea llegar a su casa, saciar su estómago, y encontrar algún objeto sobre el que pueda reposar en forma horizontal.
Remonta la dura subida de Avenida Ramírez a duras penas, haciendo un esfuerzo heroico en cada paso. Dobla por Deán J. Álvarez, que por gracia de Dios, es cuesta abajo. Allí, está, verde y un tanto oxidada, la parada del colectivo.
El Estudiante se sienta en uno de los mini-banquitos de algo similar al acero, y espera. El chicle que alguien dejó pegado en el asiento, sólo será descubierto (improperios mediante) al otro día.
El tiempo pasa. 5, 10, 15 minutos. Nada, ni el más mínimo atisbo del autobús. La gente que espera (porque, que se sepa, El Estudiante no es el único en la parada) se empieza a inquietar un tanto. No falta quien injuria a la empresa, e incluso alguno planea actividades terroristas.
Luego de unos 20 minutos, aparece Él. El Estudiante no puede evitar emitir una mueca de felicidad. Se lo ve a lo lejos, casi como asomando la nariz. Su figura roja, y el bendito cartel: “22 – Ramal
Entre protestas de ancianos airosos y madres de familia obesas, El Estudiante logra ingresar. Mientras pone la tarjeta, otea en el horizonte, buscando algún asiento vacío. Descubre que el único disponible es el más próximo a la puerta delantera. Con gran alivio, deposita sus asentaderas con un estrépito propio de un mamut.
Dura poco la alegría del Estudiante. En la parada siguiente, la del Hipódromo, sube una figura típica del mundo del colectivo:
Ahora bien, esta vil representante de la ruindad humana no ingresó sola, claro que no. Detrás de ella, ingresó toda su prole, y algunos miembros familiares más. Así, El Estudiante ve como este grupo de humanoides empieza a llenar el aire con sus guturales sonidos, y sus comentarios acerca del último show de Pibes Chorros. Intentando negar la realidad, nuestro protagonista enciende su reproductor de mp3, pero ni siquiera la voz del mismísimo David Gahan a todo volumen logra evitar que a sus oídos ingresen esos nefastos ruidos simiescos.
Dos paradas más, y el colectivo se llena, provocando que haga su aparición activa el jefe del móvil popular: El Colectivero Insultador. Este hombre, de unos 40 años, canoso (pero también con cierta calvicie), con su camisa celeste y toda transpirada afuera del pantalón, no tiene el más mínimo reparo de utilizar cuanta injuria inventada por el hombre exista, para lograr que los pasajeros se amontonen en el fondo, liberando así espacio para más pasajeros.
El colectivo intenta arrancar, pero, oh maldita fortuna, el motor decide entrar en huelga. “Todos Abajo”, es la orden del chofer. La masa humana desciende, y las quejas no se hacen esperar, nuevamente. Para colmo de males, esa estación se encuentra ubicada en una zona un tanto conflictiva. Un par de focos maltrechos sólo hacen más lúgubre la situación, y ciertos rostros de aspecto de “recién salí de la cárcel, y tengo ganas de entrar de vuelta”, hacen que El Estudiante se sienta un tanto amenazado, y llegue a jurarle a Mahoma una mezquita más fastuosa que la de
Afortunadamente, el colectivo “de reemplazo” no tarda mucho en llegar. Pero toda solución, tiene su problema. Este carruaje viene tan cargado como el que se acaba de romper. Por lo tanto, la situación se torna un tanto complicada. Todavía más, si.
Contorsionando su cuerpo a la manera del más digno yogui hindú, El Estudiante logra posicionarse dentro del espacio físico del carromato.
Pero lo hace con tanta mala suerte, que se pone por delante de Laurita. Laurita rozará los 35 años, usa minifalda y tacos altos, y El Estudiante supone que su antiguo nombre era Roberto. Efectivamente, Laurita es físicamente similar a lo que pasaría si el pilar de los All Blacks decidiera vestirse de mujer. Con cierto miedo por su upite, nuestro actor principal cierra los ojos, y trata de evitar el contacto físico con su compañero/a (la clasificación, a cuenta del lector) de viaje, y rogando porque éste le permita mantener la virginidad anal.
Casi todos los sentidos de El Estudiante se ven invadidos de alguna manera. El paisaje, desolador, repleto de fábricas abandonadas y villas miseria en rampante progreso. Por los oídos, ingresan sonidos mezclados de El Nene que Llora (siempre hay algún niño que decide canalizar su enojo y/o frustración en público; maldito exhibicionista), el que decide mostrar a su compañero de asiento el último ringtong (inspirado en algún tema de Los Palmeras) que bajó a su celular y las puteadas de los otros conductores hacia el escasamente simpático chofer.
En cuanto al tacto, cada persona que decide bajar, provoca una marea humana, en la que no faltan apoyadas, toqueteos, pisotones, codazos, puñetazos y hasta la grulla de Karate Kid (esto por lo general, deriva en agrias discusiones, por parte de quien recibió la caricia en la zona de los glúteos o de quien sufrió el pisotón de alguna bota policial). Si a esto le sumamos los numerosos baches y frenadas, se concluye que el viajar en el 22 es casi un deporte de riesgo.
Pero, sin dudas, el sentido que se ve más groseramente atacado es el del olfato. Numerosos obreros absolutamente chivados, gente que la última vez que se mojó con agua fue cuando lo bautizaron, cierto tufillo maloliente que ingresa por las ventanillas (que, obviamente, están rotas; en pleno invierno, claro), y los numerosos flatos obsequiados por la multitud (a juzgar por el calibre de algunos, sus emisores parecieran haber pasado a mejor vida), hacen que la nariz de El Estudiante, termine directamente por insensibilizarse aún más que la nariz de Maradona.
Finalmente, el colectivo pareciera ir llegando a destino. Poco a poco se ha ido vaciando de gente, y en un giro irónico del destino, un asiento queda vacío una parada antes de que El Estudiante baje. El muchacho, elementalmente, dedica un “la puta que lo parió”.
Desciende, no sin antes sentir cierto escalofrío frente a los 4 Muchachos del Fondo. Inexorablemente, todos los colectivos 22, poseen en el fondo un grupejo de 4 muchachones con unos rostros semejantes a Hannibal Lecter luego de bardearse con la barra de Nueva Chicago.
Cuando llega a su casa, El Estudiante es feliz de haberse bajado. Pero también de haberse subido. Que sería del mundo si él no encontrara su inspiración allí, en ese vehículo tan sudaca.
14 comentarios:
jejeje me gustó...me imaginé cada uno de los personajes, el colectivo y esos sentimientos q provocaron en vos q me causaron mucha gracia, claro q por no estar en tu lugar :P.
me gustan esos relatos simples pero entretenidos(por decirlo d alguna manera)
firmé viste? q buena soy!:P, nada del otro mundo pero firma en fin.
Chausis Perrito!Hablamos...
Excelente.
Tu descripción es formidable y para tu pesar te comento que los colectivos y la fauna que los habita ocasionalmente se asemeja en Paraná y en esta misteriosa Buenos Aires...
Abraxo
oui, my friend, son un asco, y ese 22 tuyo aun mas segun he visto, pero se disfrutan,hay algo del 16 de santa fe q lo hace agradable en cierto punto (aun asi el 9 no, nunca le tuve mucho cariño) y sabemos (mediante casos concretos) que siempre nos terminan dejando con algo que decir.
"lest see how fast this thing can go!"
No hay ciudad en este país que no cuente con la fauna y el folklore necesarios para que tu relato nos toque de cerca a todos...
Paciencia, podría haber sido peor!!
Lo mejor es la inspiración que te brindó!!!
Saludos
En el colectivo nos ecnontramos a todos estos personajes, a diario. Acá pasa que según la línea que te tomes, te econtrás cierto tipo de gente... pero eso me dio una idea para un post que no pienso desperdiciar por que no me pasa a menudo últimamente, jaja. Un beso, y qué alegría que vuelva!
holaaaaa,hace un montonazo que no posteabas y reapareciste con todas las pilas!me encantó,me maté de la risa,bue-ní-si-mo!!!!
Extraño nuestros bondis argentinos. No con nostalgia, sino con cierta satisfacción. Es raro viajar en el bondi todos los dias y que nunca pase nada...
por cierto, me alegro por vos, mucho :) (momento emo del dia?)
Y sí, estoy feliz como la puta madre!
si me subo al 666
"I'M ON THE HIGHWAY TO HELL"
como encararía
Muy bueno perrito, exelente, diría.
Me hiciste sentir identificado, y creo que te darás cuenta de que en algunas partes hay un poquito del estilo "tachesco" ... Pero por suerte se deja ocultar por tu gracia e ironía a lo Manuel.
Sos un hijo de puta me meoooo jajajajajaa Te pasas!! “recién salí de la cárcel, y tengo ganas de entrar de vuelta" jajaja
"gente que la última vez que se mojó con agua fue cuando lo bautizaron” ??
Me hiciste reir pelotudo :)
Cuando estás feliz se te nota nene, saludos desde el otro lado del Rio, se te extraña ^^
Recién me doy cuenta cuánto influenció el Niño Pol este post.
holizz,,,,
pasaba,,
besotes
byess
jajjaja
mentira manolitoo,,,
me gusto en particular la redacion y la descripcion,
en particular esta historia me recuerda a experiencias q he tenido en mi hermosa y tan qerida Rosario,, je,,
besotes,,
fue lindo verte anoche ^^
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