martes, junio 26, 2007

¿Lunes otra vez?

(post hecho sin mucho cariño que digamos)


Viernes, a la noche

Hoy perdí la billetera. Soy un boludo; mi desorden crónico no tiene cura.

Lunes, a la tarde

He demorado la denuncia de “extravío de célula nacional” de identidad más de lo aconsejable. Cualquier lumpen amigo de los objetos que no le pertenecen podría estar haciendo su trabajo, y dejando mi billetera en el lugar del hecho. Decido que, definitivamente, una improbable estadía en la cárcel no sería la mejor opción, con tanto parcial de práctica de la comunicación dando vueltas.

Tomo mi campera verde y un poco de valor, y salgo a la calle. Apenas salgo, me empiezo a insultar a mí mismo. Y claro, de no ser por mi bendita falta de atención hacia mis objetos personales, ahora podría estar en casa estudiando tranquilamente la unidad tres de prehistoria. De hecho, hay un montón de cosas que precisan mi atención en este momento. Y no, acá estoy, saludando a los vecinos al pasar, mirando con desagrado ciertos asentamientos primitivos a base de chapaycartón.

Una gota me cae. El cielo está gris, pero no da signos de lluvia, no se ven nubes. El pueblo sambenítense aparece a lo lejos, tan a lo lejos, engañando a la vista; en menos de quince minutos estaré allí, si mis grandes y buenas piernas no me fallan. La perspectiva de llegar allí no me entusiasma demasiado, y mucho menos la idea de ingresar a una comisaría.

Otra gota más, y otra, y otra. Ahora sí, empezó a gotear. El goteo se convierte en una robusta llovizna, y yo desacelero el paso. Ya que mi destino de caminante no es de mi agrado, al menos disfrutaré el paseo (quienes me conozcan, sabrán cuanto disfruto la lluvia, en el momento del año que sea).

Las distancia entre las casas se hace cada vez más estrecha, y el ahora mojado suelo toma el color gris del asfalto de mala calidad. Definitivamente, he llegado a San Benito Town. Camino un par de cuadras, doblo en otras tantas, y llego. Ahí está, la mole azul y descascarada de la vieja casona que hace las veces de comisaría pueblerina.

-Buenas, vengo a hacer una denuncia por pérdida de la célula – exclamo al llegar, con la lengua atorando un poco mi castellano.

-Ajá – me dice un policía cuarentón, panzón y bigotudo, que mira con cierta desconfianza mi pelo más-o-menos-largo –Pasá ahí y sentate, gurí – me dice señalándome una habitación iluminada débilmente.

La habitación huele a amoníaco, a sangre, a vieja represión. Un grupo de tres ancianas hablan de cómo cocinar mejor pescado de río, mientras esperan algún tipo de documentación. Mientras miro por la ventana, la llovizna (que a esta altura, ya evolucionó en franca y fuerte lluvia) parece una cosa abstracta, que forma barro gracias a un proceso casi totalmente aséptico.

Las viejas entran en una pieza, obedeciendo al llamado ronco de una voz masculina: el próximo en entrar ahí soy yo, supongo. Mis dedos empiezan a tamborilear débilmente sobre el banco de madera: no hay caso, el ritmo musical me ha sido vedado, por algún extraño motivo kármico.

Estoy en esas insolentes cavilaciones, cuando un joven sub-oficial (como hijo de policía, instintivamente sé diferenciar rangos policiales) me llama. No me toca la misma habitación que las ancianas, pareciera.

Un paso antes de entrar, y ya doy por descontado todo el proceso: el gordo bigotudo de la puerta, acompañado del suboficialito, haciéndome preguntas secas sobre mis datos, mientras entre ellos hacen jocosos comentarios sobre el accidente del Pedro y toman mate aguado. Busco mi mejor máscara de hombre duro, e ingreso bajo el dintel.

Grande es mi sorpresa al encontrarme con una hermosa mujer, de unos veintiocho años, de cabello marrón rojizo. Con una voz que se me antoja algo grave, pero sumamente agradable, me invita a sentarme. Con la mayor amabilidad del mundo, me pregunta mis datos, mientras me conversa sobre el clima y las nubes. Todo en ella revela una delicadeza poco creíble en un entorno tan hostil a toda manifestación de belleza. Sus rasgos, su movimientos, todo es sutil en ella; la vulgaridad de su uniforme y el chirriante ruido de la impresora vieja no hacen más que resaltar sus virtudes.

El trámite se hace corto, demasiado para mi gusto, y me voy, convencido de que aún en los lugares más desagradables es posible que lo sublime se manifieste.

Afuera la lluvia sigue tan impetuosa como antes, y me preparo para una larga y mojada travesía. Ingreso a un quiosco, y me compro una gaseosa de cola. Pago, y siento un pequeño placer: este pequeño acto capitalista, tan ordinario para mí en otras ciudades, tan universal, me reconcilia un poco con San Benito, me hace sentir que puedo ser tan ciudadano aquí como en París o New York.

Sigo caminando, y me cruzo con gente que corre apurada, cada vez más apurada a medida que las agujas de agua se hacen cada vez más espesas. Quienes han tenido la suerte de refugiarse bajo algún techo, miran con cierta lástima mi caminar lento. Pobres, si soy yo el que siente pena por ellos.

Mi cuerpo se va congelando cada vez más, y cada roce de mis dedos con alguna cosa me provoca cierto dolor. El llevar la Pepsi fría en mi mano no hace más que acrecentar las sensaciones, y al saborearla en mi boca, percibo como todos mis sentidos están al máximo, como cada célula nerviosa se activa.

La vista no quiere ser menos que los demás, y ayudada por las intermitentes luces de los focos y las engañosas gotas, me regala paisajes tan extraños que ni el André Breton más drogado se hubiera imaginado.

Voy bajando la cuesta final hacia mi propia calle, y mi ropa pesa el doble, gracias al efecto del agua acumulada en su trama fibrosa. Siento como mis pies se van hundiendo en un barro resbaloso, y cómo de a poco mis zapatillas van reteniendo cada vez más líquidos. Doblo en la esquina, y busco el mejor lugar para pasar, pisando en una piedra y balanceándome cual saltimbanqui entrerriano.

Mi mente va imaginando multitud de situaciones: desde alguna situación lovecraftiana hasta alguna batalla mítica entre indios chanaes y españoles, pasando por algún relato detectivesco. Mi casa está cada vez más cerca, y yo voy cada vez más lento, plenamente gustoso de este frío que me hace castañear involuntariamente los pies.

Un charquito en medio de la calle, nada difícil de saltar. Apoyo mi pie en una piedra, giro mi talón…y sin darme cuenta, caigo de bruces en el lodo más blando que conocí en mi vida.

En eso, suena mi celular, con ese bendito ruido ululante y molesto que ya muchos han llegado a detestar, inclusive.

-¿Hola? – atiendo, mientras intento incorporarme.

-¡Nene!- la voz de mi abuela suena vibrante, con su tono leonino de siempre - ¡Está lloviendo!-

No alcanzo a escuchar más, pues mi carcajada de hiena me impide continuar la conversación.

Ya me bañé, ya cambié mi ropa, ya mis manos recuperaron su sensitividad habitual. Analizo mi tarde y en especial mi pequeño viajecito.

¿Resultado? No hice nada productivo. Esa denuncia podría haber esperado, y como dije antes, podría haberme quedado estudiando (que bastante atrasado estoy). Como cada tanto, fui fiel a mi costumbre: hacer cosas sin razón o motivo, y de agravar más la situación sólo por disfrutar.

Pero la verdad, es que el día que todo tenga sentido en mi vida, el día que cada acción que realice tenga un fin provechoso y beneficioso, ese mismo día, me cuelgo de alguna soga o me arrojo al río con un salvavidas de hormigón armado.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

luuuuuuunes ooooootra vezzzzzzzzzz, sobre la ciuuuuuuuuudaddddddd!! (8) -> nota musical del msn ¡cuac!
aquí me tienes manolete... firmando arbitrariamente en este sitio, contra mi voluntad, ya que tu me has condenado a hacerlo! jajaja.
lindo lunes has pasado... invitame a caminar bajo la lluvia, pero lluvia de verano preferentemente ejej.
me las tomooo, dejá de delirar, saludos a la abuela!
LULA

Anónimo dijo...

bueno creo que era aca donde tenia que comentar, porque menos idea yo de esto que de Práctica de la Com. O y E, ya te dije que yo soy una navegadora de UBBI (fotolog); en fin, tampoco lei tooodo tu posteo porque me dijiste que ibas a comer y cuando venias yo ya tenia que haber firmado y como nose cual es tu velocidad para comer escribo asi flaaaah, y encima, me voy, asi que chaO, nada de palabrerios y cantaleta ¬¬

aLbii,

Anónimo dijo...

que tan veridico es el texto?
no importa, bien escrito diria, se disfruto.
solo te digo que, aunque no lo creas, cada acción que realisas tiene un fin provechoso y beneficioso (para quien no se), pero sos demasiado estupido como para darte cuenta :)

y si hiciste algo productivo ese dia, te inspiraste para escribir *esto*.

y reclamo alguna paga por el copyrigth de "salvavidas de hormigon"

Anónimo dijo...

me lei todo el texto primoo!
lindo lunes el tuyo eh!!
y boee son cosas qe pasan no?...
si no lo hubieras hecho el lune slo ubieras hecho otro dia...asiq e es lo mismo :P
tqmmmm!! sabelo ehh!!
me voy a seguir buscando textos tuyos qe me gustan =)
besoooo!!

Anónimo dijo...

voy a creer que el texto lo escribiste porque yo te lo pedí :) Al fin! Me re gusta cuando te pones a describir momentos, acciones simples, como el q hiciste de los mosquitos en el verano. Hacés que lo cotidiano sea bello relatándolo...snif Lo digo en serio! En fin, he aqui una admiradora. Espero algunos textillos más ^^ nos estamos viendo vieja!

Fonyi dijo...

Lindo site, perrito. Seguí escribiendo ke lo haces bien. Un beso, pasate x el mio: Fonyita.blogspot.com

Anónimo dijo...

muy bueno lo tuyo manolo.
Te pintaste de cuerpo entero con eso de "el dia que todas mis acciones tengan un fin provechoso me tiro al rio" :P

jajajaj

un abrazo pene, segui escribiendo huevadas que hacen las delicias de mis recreos de historia..

Alfonsin y la concha de tu madre.

Anónimo dijo...

Manolo!! Por qué decís cuando cada cosa del día tenga sentido? No has pensado que una sola cosa puede darle sentido no sólo a un día, si no a la vida entera? Uno nunca sabe bien cuáles son las causas, y cuáles las consecuencias, siempre se nos mezclan, y cada una puede actuar como las dos, así que el día que me digas que te sucedió algo por x razón no te voy a creer, y menos si decís que algo que hiciste no tuvo nada productivo. Las causas y las consecuencias que afectan nuestras acciones son demasiado para nosotros, no las podemos abarcar, son eternas.... Quizá a la gente les hiciste recordar a un sapo disfrutando de la lluvia y los divertiste, quizá el barro necesitaba ser aireado, y quizá las gotas necesitaban tocar un poco de carne humana, que siempre se le esconde bajo un paraguas, techo o lo que sea....
Bueno, me tengo que ir a trabajar, hoy me hice mucho la rata, jejeje
Nos vemos. Cuidate y mierda con eso de historia
ale osuna

Anónimo dijo...

bueno, Manolo.. aca va el posteo, que no sé cómo llegué a esto, bien sabes que mi ignorancia ciberespacial me pude más.. esta es la segunda vez que intento publicar algo, y no puedo!! Veamos si esta vez funciona...
Nada... buena la historia... hay segmentos que me gustan cómo estan escritos.. buena esa parte creativa de vos, jajaja
Y bien, no puedo dejar de decirte que anda apurando el tema, que se te termina el tiempo, no sé.. te suena? jajaja..

saludos..
Cecilia