viernes, septiembre 30, 2005

Segundo Round
La lámpara iluminaba débilmente la habitación. La lluvia iba llegando a su fin en la ciudad. Dentro de la pieza, una botella de whisky a medio tomar hacía compañía a un vaso vacío. Y allí estaba él. Sólo. Más solo que nunca, más solo que nadie. Allí estaba él, al pie de un taburete, con la soga presta a poner fin a todos sus sufrimientos.
Cosa extraña, en lo único que no pensaba Roberto en esos instantes era en la muerte. No se preguntaba que había más allá, sólo pensaba que debía ser mejor que su actual situación.
Se demoró unos segundos para poder repasar su vida brevemente. Trató de recordar algo de su infancia, pero sólo borrosas memorias felices acudían a su mente. Siguió por su adolescencia, típica como ninguna. Pasó de largo por su juventud exitosa, hasta que llegó a Claudia.
Claudia. Con sólo pronunciar ese nombre, todo su recuerdo adquiría consistencia. Pensó en aquella noche en que se habían conocido. El había ido a comprar cigarrillos, a la salida del cierre de edición del periódico donde trabajaba por aquel tiempo. Fue ahí cuando la vio. Sola, en una parad de colectivo, ella leía. Roberto se preguntó que hacía una chica tan bella, leyendo a Bertrand Rusell, a esa horas de la noche. Pidió sus cigarrillos en el negocio.
Y fue ahí cuando comenzó a llover. Una lluvia, pesada como pocas. La chica, buscando refugio, corrió debajo del toldo. Roberto no pudo contener sus impulsos y la invitó a tomar un café y esperar a que pasara la lluvia.
Esa misma noche Roberto descubrió que estaba enamorado de ella. Rieron con sus ocurrencias, disfrutaron de la vida.
5 meses más tarde, Roberto se casaba con Claudia. El día mas feliz de mi vida, pensó Roberto. Pasaron dos años juntos, en los que la vida parecía un cielo azul sin nubes, en los que toda tormenta está lejos.
Hasta que un día Claudia pronunció la fatídica frase:
-Vamos a tener un hijo. Estoy embarazada-
Roberto rió, saltó como un delirante. Iba a tener un hijo con la mujer que amaba. No, sin dudas que era un hombre feliz.
Nueve meses pasaron desde la noticia. Roberto se recordó a sí mismo llevando a Claudia hacia el hospital, acelerando su coche a más no poder. Rememoró a Claudia entrando en la sala de urgencias.
Ansioso, daba vueltas por la sala de espera. Angustiado, jugaba con sus manos, caminaba, daba vueltas, caminaba nuevamente. Un médico, con cara visiblemente consternada lo tomó por el hombro y le preguntó:
-¿El señor Roberto Rodríguez?-
-Si, soy yo- respondió Roberto- ¿ Que pasa? ¿Cómo está mi esposa? ¿Ya nació mi hijo?-
El médico, como tratando de excusarse, le dijo:
-Sr., Rodríguez, lamento informarle que su hijo ha nacido muerto. En cuanto a su mujer..se encuentra en estado reservado, en la sala de terapia intensiva. Creo conveniente que...-
Y no pudo decir nada más, porque Roberto, presa de las más variadas emociones de dolor, salió corriendo hacia la sala donde estaba Claudia. Un enfermero intentó impedirle la entrada, pero Roberto lo apartó de un puñetazo.
Allí estaba Claudia. Su bella Claudia. Ella lo vio, lo miró a los ojos, hizo una débil sonrisa y cerró sus ojos. Cerró sus ojos y murió.
Roberto, como intentando rescatarla corrió hacia la cama, tomó el cuerpo ya inerte de su amada, y allí se quedó, llorando. Ahora era tan sólo eso. Un hombre solo en el mundo, llorando junto al cuerpo de la única persona que realmente le importaba en el mundo.
Los dos meses siguientes fueron un infierno. Abandonándose a la bebida, Roberto perdió su empleo, perdió a sus amigos, perdió todo lo que le quedaba. Su vida era un tormento, donde la cara de Claudia, su hijo muerto y todo lo que había sido su vida pasada desfilaban sin cesar, recordándole de vuelta que lo había perdido todo. Todo.
Pero ahora eso estaba por llegar a su fin. Acomodó el banquito, preparó la soga, Un pajarito pió por la ventana. El sol estaba saliendo.
Y el pensamiento de Claudia volvió a su cabeza. Pero esta vez de forma diferente. ¿Qué es lo que hubiera querido Claudia de él en una situación así? ¿Qué hubiera pensado ella, con todo su energía y valor, de ese acto de cobardía que él estaba por cometer? Ella seguramente hubiera seguido adelante, si hubiera estado en su lugar. Pero él no. Como un miedoso, huía a sus problemas, en vez de afrontar la vida y tratar de rehacerse. Lo que estaba por hacer, era en definitiva, una traición a Claudia.
Desató la soga, corrió el banquito, ordenó la pieza y tiró la botella. Se baño, se arregló un poco, y salió a la calle. El sol iluminaba su cara y se sentía extrañamente renovado. De pronto, se acordó de la frase de aquel gran boxeador que había dicho:
-“Aunque me estén moliendo a palos en la pelea, siempre sigo adelante. Porque aunque parezca que estoy completamente acabado, siempre me queda un round más”-
Y Roberto estaba decidido a ganar esa pelea con la vida.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

bueno che, la verdad (aunque cuestiones mi sinceridad, se q en el fondo me crees pero sos humilde nomas pue) un aplauso! y me debe sun autografo... no che, en serio, me gusto mucho, mucho, en realidad me haces acordar mucho a alguien (al menos lo que escribis) un besote enorme!!!! que lindo conocerte!!

Angita dijo...

Entro a tu blog, selecciono una entrada al azar y me dispongo a leerla.
Hoy caí en esta, que me gustó mucho ^^


Beso!